Mujer notable: Margarita Soto ayuda a las madres a navegar la vida de sus hijos con autismo. Su objetivo es brindar un lugar de apoyo, recursos y comodidad para las familias.
Voces del Silencio es una organización donde la mayoría de los miembros son mujeres, madres de familia que han tomado la responsabilidad de cuidar a sus hijos con condiciones especiales de comportamiento como el autismo, asperger, síndrome de down y ADHD, entre otros.
“De cada 100 mujeres 99 cuidan a sus hijos autistas y de cada 100 hombres solo 10 cuidan a sus hijos. Yo tengo muchas madres con niños autistas que los padres se van y los dejan. No les dan manutención y las mamás terminan cogiendo ayuda porque no les queda de otra”, dijo Margarita Soto, directora de Voces del Silencio una organización que se dedica a reunir y apoyar a familias con hijos autistas.
Soto vivió en carne propia la disyuntiva de cuidar a su nieto que tiene autismo severo. Ella valientemente tomó la responsabilidad y obtuvo la custodia legal porque el Departamento de la Familia se iba a llevar a su nieto cuando su hijo no aceptó la condición del niño y la madre tampoco. “Llegué a este país a explorar lo desconocido y me encontré con tantas madres que tenemos nuestros niños y no sabemos a dónde dirigirnos. Empezamos con un grupo de apoyo para traer información a las madres”, dijo Soto que atiende a su nieto de 23 años.
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Voces del Silencio es una organización sin fines de lucro que está buscando un sitio donde pueden estar con estos niños y jóvenes autistas. Ese lugar debe cubrir todas sus necesidades, sus expectativas tanto afectivas como de apoyo educativo. Ese sitio es necesario y urgente ya que los padres están drenados, pues estos jóvenes adultos ya no pueden ir a la escuela, muchos por su condición no se pueden integrar a la sociedad y entonces todas las madres necesitan ayuda. La organización también está por elegir a su nueva junta directiva.
“Queremos abrir un centro donde podamos dar terapia a los niños y jóvenes con autismo”, dijo Soto y recordó que Voces del Silencio realizaba reuniones en la biblioteca de Buenaventura Lakes en Kissimmee, donde estaban llevando a cabo un programa piloto para jóvenes con condiciones especiales, mayores de 23 años. “Antes de COVID, teníamos eventos para los jóvenes gratuitos para las familias dirigido específicamente para quienes padecen autismo y otras condiciones especiales”, recordó.
“Queremos integrarlos a la sociedad. A los que no hablan se les enseñan lenguaje de señas. Si comparamos con las personas de la tercera edad ellos tienen un sitio donde pasan un tiempo alegre, pero estos jóvenes no tienen nada porque son considerados adultos físicamente pero mentalmente son niños todavía”, aseguró la directora de Voces del Silencio.
En este grupo se reúnen los jóvenes, la mayoría hispanos. Toman terapias y se hacen cosas con ellos, se les enseñan lenguaje de señas, dibujo, hay un joven de 28 años que termino la secundaria y no sabía leer ni escribir porque no habla. Allí aprendió a escribir su nombre y apellido.
Rosy Avilés dice que físicamente su hija no parece que tiene Asperger. “Mi hija tiene de 32 años. Cuando era pequeña yo no entendía porque ella gritaba. Ella no soportaba estar en lugares con ruido. No soportaba a los niños. Siempre estaba apartada, pero yo no entendía por qué. También tuvo problemas y la acosaban. La gente trata a los autistas como locos”, dijo la madre de familia.
Por su parte Sue relató que cuando entró a la universidad con su condición debía estar en el mismo grupo de estudiantes “normales”, sin ningún tipo de apoyo debido a su condición, la única alternativa que tenía era salirse.
“Si eras diferente te decían que te fueras al salón de los locos donde había estudiantes con otros síndromes de comportamiento, en silla de ruedas o personas incapacitadas. En ese salón lo único que hacías era dibujar o hacer lo que pudieras por ocho horas, pero sin recibir ninguna educación”, aseguró Sue, quien tiene mucha facilidad por las artes y le gusta pintar. Es artista plástica con una licenciatura en diseño de modas y un doble mayor en ciencias. Es escritora que ha publicado dos libros. Lleva siete años pintando profesionalmente, pero no ha tenido la oportunidad de exponer en ninguna galería.
“En el mercado laboral pongo todas las aptitudes que tengo y también pongo que soy autista y ten la seguridad que no me van a dar el trabajo porque no soy apto para lo posición. Por ser autistas somos discriminados y no nos dan la ayuda y tampoco no nos dejan ser parte de la comunidad”, expusó la artista.
Antes de la pandemia se reunía contantemente un grupo de ocho a 10 jóvenes autistas, pero llegaban otros jóvenes de otros programas y se llegaron a reunir hasta 30 muchachos. Actualmente realizan reuniones virtuales donde escuchaban música, leían cuentos y mantenían una dinámica muy bonita junto a sus madres.
Daisy Anaya tiene un hijo de 12 años con el Desorden de Déficit de Atención (ADHD, siglas en inglés). “Me ha ayudado porque aparte que trabaja con el campo médico me abre puertas con mi niño y me ayuda a conocer a otras personas. Soy madre soltera y me gusta la dinámica que tiene e inclusive una de las condiciones que también trabaja es la de ADHD”, dijo la madre soltera.
Anaya es de Nueva York y sus padres son de Puerto Rico y tiene nueve años en Kissimmee. “Nosotras las mujeres somos capaces de hacer cosas que los hombres no quieren hacer. Vamos a la calle a romper estas barreras que hay contra nuestros hijos, ya que los tratan distinto incluso a mi hijo también lo educo de que puede tener una vida normal si se lo propone”, dijo Anaya.
Si quiere apoyar a esta organización contacte a Margarita Soto al 407-580-0731 o visite: http://voicesofsilence.org/.