Corría el mes de diciembre del año 2006; eran las 9:50 de la mañana del domingo 3. Nos disponíamos a abordar un segundo vuelo, esta vez desde Panamá hasta La Habana, Cuba. Debíamos cubrir el Festival de Cine de la Habana, como parte de nuestro trabajo para el programa de televisión “Detrás del Telón” que producía Madelyn Ortiz y que era conducido por Ulises Rodríguez, la propia Madelyn y este servidor.
Aunque iba con una idea preconcebida, por la avalancha de información que recibimos “desde afuera”, iba también con la apertura necesaria para descubrir y dejarme sorprender… y así fue. Cubrimos el festival de cine; ese año se presentaba “El Laberinto del Fauno” entre muchas otras producciones. Pero también tuvimos la bendición de entrevistar y documentar el trabajo de varias entidades culturales y cívicas cubanas, así como de importantes figuras en multiplicidad de disciplinas. El Instituto de Preparación Lírica, El Proyecto Palomas, El Ballet Nacional de Cuba, Carmen María Socias Cuervo, Lizette Vila y Adolfo Casas, están entre ellos.
Aquí les comparto un trozo de lo que escribí aquellos primeros días, en un pequeño diario que llevé conmigo; las letras me acompañan desde que descubrí el poder de las palabras, aun cuando algún tiempo después, descubrí también, el poder superior de los silencios…
3 de diciembre de 2006, La Habana, Cuba; “¿Si el agua pasada no mueve molinos… entonces que pasó en Cuba que sigue en ebullición con un torrente de aguas de antaño? Ciertamente, parece detenida en el tiempo, pero no está inerte; continúa en movimiento constante y vertiginoso. Hay orgullo por lo que se hace; hay una poderosa corriente de vida cultural… o de CULTURA VIVA… que es la misma cosa”.
Sin embargo, al pasar los días y tener un contacto más profundo con la isla y su gente, comenzaron a poblar mi mente, ideas diferentes que luchaban entre sí, y que quizás hoy, luego de quince años, y a tenor de los acontecimientos más recientes, logro entender mejor. En cada lugar que visitamos, y en cada voz de las personas que entrevistamos, se repetía la frase…”Gracias a la Revolución, tengo zapatillas para bailar ballet…” “Gracias a la Revolución, tenemos un piano para entrenar la voz…” “Gracias a la Revolución, tenemos un teatro donde poder actuar…” Aquella constante y repetitiva frase, que al escucharla inspiraba agradecimiento y orgullo, se desdibujaba en mi mente cuando al final del día regresábamos al Hotel Nacional donde, de hecho, estaba vetada la entrada para el cubano regular y en el que nosotros éramos “Huéspedes de Honor”. Ese mismo Hotel Nacional en el que por las noches me colaba en la cocina a conversar con el que simplemente llamaré “Don Emiliano” y que, entre café y café, posiblemente uno de los más deliciosos que he tomado en mi vida, me hablaba sin miedo del ANTES y el AHORA… pero no nuestro ahora; “su ahora” el de hace quince años atrás. Ese mismo “Don Emiliano”, que bien podía haber sido mi abuelo, que no me dejaba abrir las mantequillas para el pan, pues debía, antes de servirla, quitarle los hongos que crecían algunos días después de la fecha de expiración, abrió mi entendimiento hacia una perspectiva generacional; esa diferencia entre los que decían “Gracias a la Revolución” y entre la añoranza de los que en voz muy baja decían “Antes de la Revolución”.
No critico ni valido el sistema político cubano; no soy quién para ello; no tengo ni el derecho ni las herramientas. Pero si quiero poner en perspectiva que los tiempos son diferentes y que la información responsable nos hace libres. Decirle a todo un pueblo que lo que tienen es “Gracias a la Revolución” no es malo… LO MALO ES HACERLES CREER QUE ESA EL LA ÚNICA MANERA DE CONSEGUIRLO, y no suficiente con eso, OBLIGARLOS A PERMANECER EN LA IGNORANCIA Y EL CONFORMISMO. Cortar el acceso a la información, es, en cualquier punto geográfico del planeta y en cualquier sistema de gobierno, un acto de sometimiento y terrorismo, sobre todo si se hace con la intención de acallar a las voces disidentes. Nuestros hermanos cubanos ya no son “Don Emiliano”; son otra generación… y han despertado hacia otras inquietudes. Seres humanos con el mismo derecho que tienen los demás para decidir si quieren estar o no. Con el mismo derecho que tiene Misty Copeland de escoger que zapatillas se quiere poner. Con el mismo derecho que tiene José Carreras de escoger qué piano prefiere para vocalizar. Ese mismo derecho que le otorga a Glenn Close la posibilidad de actuar en Broadway o en Londres… o donde entienda que mejor puede evolucionar.
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Estuve allí hace quince años; Cuba me pareció hermosa y vibrante… estoy seguro que todavía lo es, a pesar de la opacidad que ha provocado el tiempo, las luchas y los llantos. Quizás este sea el tiempo de verla nuevamente brillar… quizás.
ESPEREMOS QUE ASÍ SEA.
Edwin Ocasio