Actualmente se cree que el coronavirus puede causar daños neuronales similares a los del Alzheimer, el Parkinson y las lesiones cerebrales.
En lo más grave de la pandemia por COVID-19 que azotó Nueva York en lo que fuese los principios del 2020, Lorna Breen, una respetada doctora de urgencias, se quitó la vida, esto sin haber tenido antecedentes de enfermedad mental.
Fue directora médica del New York Presbyterian Allen Hospital de Manhattan, y se la consideraba brillante, enérgica y organizada, pero su estado mental cambió después de que Breen contrajera el virus.
La doctora, de 49 años, presentó los primeros síntomas el 18 de marzo, y después de 10 días de enfermedad, volvió al trabajo, lamentablemente ya estaba confundida, indecisa, casi catatónica, inclusive agotada.
Ciertamente sus más allegados notaron que algo andaba mal, por eso, fue ingresada en una sala de psiquiatría del Centro Médico de la Universidad de Virginia, lamentablemente poco después de recibir el alta, el 26 de abril, se quitó la vida.
Para este entonces los médicos sabían poco de los estragos que causaba el coronavirus, ya que comenzaban a ver que no solo afecta los pulmones y el corazón, sino que también se veían afecciones en el cerebro.
La neurocientífica y psiquiatra del Centro Médico Irving de la Universidad de Columbia Maura Boldrini, compartió que las personas llevaban al hospital con depresiones severas, alucinaciones o paranoia y entonces se les diagnosticaba COVID.
Ahora bien, ya habiendo pasado casi dos años que la pandemia mundial sacudiera el mundo y con los avances que la medicina sobre este virus ha tenido, se sabe que los problemas neurológicos causados por el COVID-19 son reales y pueden intensificarse.
Después de recuperarse del virus, un número alarmante de pacientes sigue envuelto en una niebla cerebral, sufriendo ansiedad o depresión, sin poder pensar con claridad o retener los recuerdos, y buscando a tientas las palabras
Hoy en día, estos problemas neurológicos son un elemento establecido de un síndrome más amplio conocido como COVID de larga duración que incluye al menos 203 síntomas en 10 sistemas de órganos.
Aunque se sabe poco sobre los mecanismos que subyacen a muchos de estos síntomas, los investigadores creen cada vez más que la inflamación puede desempeñar un papel clave.
Con respecto al COVID-19, una tormenta de proteínas de citoquinas inflamatorias puede desencadenar una respuesta inmunitaria fuera de control que podría dañar o destruir permanentemente las células cerebrales.
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El comportamiento del cerebro y los trastornos mentales.
La personalidad humana es el conjunto de características y hábitos profundamente arraigados que influyen en la forma de pensar, sentir y comportarse de las personas.
Esta se crea mediante una compleja interacción de naturaleza y crianza: los rasgos heredados codificados en nuestro ADN se ven influidos por nuestro entorno social y modificados durante las primeras experiencias de desarrollo.
Aunque la personalidad básica tiende a permanecer constante a lo largo de la vida adulta, las afecciones que alteran la función cerebral pueden inducir cambios extremos en la personalidad.
Y con base en las más recientes investigaciones, se sabe que cada vez hay más pruebas de que esto ocurre en algunas personas que contraen COVID-19.
Para algunos pacientes, la llamada psicosis por COVID se resuelve con el tiempo, pero nadie sabe cuánto tiempo pueden persistir estos síntomas inducidos por la COVID.
Un estudio de 395 personas que fueron hospitalizadas con COVID-19 descubrió que el 91% tenía problemas cognitivos, fatiga, depresión, ansiedad, problemas de sueño o dificultades con las actividades rutinarias seis meses después de volver a casa.
Entender cómo afecta COVID-19 al cerebro puede tener implicaciones mucho más amplias, pues se han comparado los tejidos de los pacientes que habían experimentado síntomas neurológicos con los que no.
Con esto se espera arrojar luz sobre el papel de la inflamación en una amplia gama de enfermedades neurodegenerativas.