El día en que Orlando amaneció de luto fue un 12 de junio de 2016. Mi teléfono sonó pero con un silbido diferente. Era un domingo que se perfilaba como los anteriores, pero al ver y escuchar decenas de mensajes de familiares y amigos en mi celular preguntándome si mi pareja y yo estábamos bien, me alarmó.
De momento, recibo una llamada de mi supervisor para informarme de la tragedia que se suscitó en el club nocturno Pulse y que cobró la vida de individuos de las comunidades LGBTQ+, hispana y otras minorías. Me quedé perplejo al escuchar tal barbarie y fue entonces cuando prendí el televisor para confirmar la triste noticia que vistió de luto a Orlando y al mundo entero.
Rápidamente me dirigí al Centro de Manejo de Emergencias, que es el lugar en donde el gabinete del alcalde Buddy Dyer y el equipo de respuesta a emergencias municipal pernocta cuando ocurren sucesos como fenómenos atmosféricos y tragedias.
Las horas pasaban, el miedo corría por mis venas y la ansiedad por saber si algún amigo o conocido estuvo en el club nocturno aquella madrugada me desesperaba.
Mientras tanto, las noticias corrían por todos lados, el número de fallecidos incrementaron y la confirmación de que la mayoría de las víctimas y sobrevivientes eran hispanos, particularmente puertorriqueños, creaba en mí una tensión como nunca la había experimentado.
Por otro lado, la gran cantidad de llamadas de la prensa local, nacional e internacional inundaban mi teléfono, así que, a pesar de la incertidumbre y lo trágico de la situación, mi compromiso como servidor público nunca dejó de ser mi norte.
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Las autoridades revelaron los nombres de las 49 víctimas del ataque más vil y cobarde realizado a la comunidad LGB’IQ+, latina y otras minorías en la nación, incluidos a mis dos amigos.
Eso fue devastador para mí aunque los días eran interminables ,el trabajo incesante y el dolor por la pérdida de seres queridos se acrecentaba, fue reconfortante ver cómo nuestra comunidad se unió y mostró resiliencia a través del amor, solidaridad y compasión con el prójimo, sin distinción de razas, culturas, orientación sexual e identidad de género.
Luego del fatídico evento, muchos negocios, organizaciones e iglesias abrieron sus puertas a la comunidad LGB ‘IQ+ como muestra de aceptación y respeto a nuestras diferencias.
La lucha en favor de los derechos de todas las minorías no es meramente un lema de campaña o una manifestación de las tendencias de los nuevos tiempos. Es un derecho adquirido que se desprende de la integridad humana, la moral y el derecho inalienable de ser tratado de manera justa y en igualdad de condiciones.
La equidad es paridad de oportunidades, es facilitar el acceso a recursos, programas y servicios que beneficien a todos por igual y sin privilegios. Es nuestro deber ciudadano crear entornos inclusivos y amistosos en donde la pluralidad de culturas, estilos de vida y formas de pensar converjan, para erradicar la intolerancia, homofobia, xenofobia, transfobia, sexismo y otras manifestaciones de odio que no conducen a nada.
Aquella madrugada hace cinco años cambió mi vida y la de muchos residentes, y el curso de la historia de Orlando. Aunque fue un hecho lamentable, sentó las bases para crear la conciencia colectiva de que todos somos seres humanos, que aspiramos a ser felices y merecemos una vida digna y plena.
LUIS M. MARTÍNEZ
Deputy Manager of Multicultural Engagement & International Relations