Se habla mucho sobre el concepto “inclusión” que por estar tan de moda, muchos se hacen eco de lo que otros dicen, porque de alguna manera, esto los hace estar “trending”; estatus importante en estos días para aquellos que necesitan estar “presentes” aunque sea copiando los estatus de otros, que postulan el concepto desde la conciencia y no desde el faranduleo…
Soy defensor de esa poderosa regla elemental que consiste en poner la acción donde se pone la palabra. Es la única manera de que esas palabras tengan sentido, al menos para aquellos que les interesa el sentido de las palabras. Dejemos claro que repetir como el “Papagayo” también es una elección válida, sobre todo, para quienes necesitan desesperadamente hacerse presentes, aun cuando en su mente haya de todo, excepto criterios propios.
Volvamos a la “inclusión” y a la importancia de hacerla real desde la acción y no solo desde la palabra. Batista y yo pertenecemos a un grupo de amistades muy especial acá en La Florida Central. Somos cinco parejas casadas, que trabajamos juntos, cenamos juntos, nos reímos juntos… y por supuesto, también lloramos juntos. Una de ellas, creó un chat de WhatsApp para todo el grupo y le llamó “Los más Mejores”, expresión boricua de uso popular, que bordea el pleonasmo, usada generalmente en los tiempos en que éramos niños… NI PIENSEN QUE LES VOY A MENCIONAR CUAL ES ESA ÉPOCA. En ese chat hablamos de todo; coordinamos reuniones de trabajo, salidas a cenar, BBQ’S, nos hacemos bullying a nosotros mismos y otras mil barbaridades que, si las tomamos en consideración, deberíamos cambiarle el nombre al chat a “Los más Peores”
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La pasada semana, estuvimos juntos, como otras tantas veces. Sin embargo, por alguna razón, vino a mi mente el concepto real de lo que debe ser inclusión. Como les mencioné, somos cinco parejas casadas, pero somos seis varones y cuatro mujeres, por lo que evidentemente una de esas parejas, es una relación entre dos personas del mismo sexo, que por supuesto, somos Batista y yo. Es un grupo que practica la inclusión desde la acción y no sólo desde la retórica pues, de hecho, la ecuación 6 + 4 nunca ha sido tema de conversación o análisis; nosotros solamente llegamos… ellos eran 8, ahora somos 10.
Podemos hablar de “inclusión” cómo concepto, usando frases ambiguas que nos hagan “lucir bien” pero que no nos comprometan; dualidad que usan algunos para postular según el escenario en el que estén “actuando” y por supuesto, quienes compongan la audiencia de turno… algo así como el discurso de un político. O, por el contrario, podemos optar por darle sentido al concepto desde la práctica y no desde la cobardía falsamente apalabrada. Claro, para lo primero, solo se requiere dominio de la oratoria… para lo segundo, criterio y valentía.
Gracias Milton Javier, Yazmín Joan, Marier Rivera, Carlos Hernández, Korine Vázquez, Edwin Yumar, Lissette Soto, Aníbal Soto… por personas como ustedes, la palabra INCLUSIÓN no es sólo una más en el diccionario; es también una matemática práctica y perfecta que suma y valida porque sabe que el valor de los sumandos no está en su género, sino en su contenido. Quizás no seamos “Los más Mejores” pero de lo que sí estoy seguro es que en esta ecuación perfecta… somos simplemente 10.
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