Nos pueden sonar a enfermedades del pasado, pero la sífilis y la infección gonocócica (gonorrea) están muy de actualidad. Forman parte de las denominadas infecciones de transmisión sexual (ITS), y se han descrito más de veinte microorganismos, entre virus, bacterias y parásitos, que pueden producirlas.
Las cifras son preocupantes. Según la Organización Mundial de la Salud, en 2020 se produjeron un total de 374 millones de nuevos casos de las llamadas ITS curables (sífilis, gonorrea, infección por Chlamydia trachomatis y tricomoniasis) entre la población mundial de 15 a 49 años. La prevalencia de estas infecciones es elevada en el continente americano.
En 2019, su tasa de nuevos casos de sífilis era la segunda más alta a nivel mundial y se situaba en la tercera posición en cuanto a los episodios de sífilis congénita. La importancia de las ITS radica en los síntomas que producen en el tracto genital (uretritis, cervicitis, vaginitis) y otras zonas (faringitis, proctitis o inflamación del recto), dependiendo de la práctica sexual. También pueden afectar a nivel general, como ocurre con la sífilis y la infección por el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH).
Además, si las ITS no son diagnosticadas y tratadas de forma precoz, ocasionan complicaciones y secuelas, como infertilidad o dolor abdominal debido a una enfermedad inflamatoria pélvica.
Un cóctel de factores
¿A qué se debe ese llamativo aumento? Los adolescentes y jóvenes son un grupo especialmente vulnerable a las ITS por diferentes motivos. El inicio temprano en la sexualidad, el uso inconsistente del preservativo, el hecho de tener múltiples parejas y las relaciones sexuales bajo el efecto del alcohol y drogas les pueden poner en riesgo.
Hoy, además, la tecnología facilita el contacto con un mayor número de parejas sexuales, a través de las redes sociales, y el acceso a la pornografía, lo que puede tener un impacto significativo en sus relaciones y en la forma en que las viven.
Aunque cada vez existe más información y más accesible sobre salud sexual para jóvenes y adolescentes, algunos estudios indican que muchos tienen ideas equivocadas sobre cómo se transmiten las ITS, cuáles son sus factores de riesgo o cómo prevenirlas.
Concretamente, el uso del preservativo ha disminuido en los últimos años entre los jóvenes, y muchos reconocen que no lo utilizan de manera adecuada en sus relaciones sexuales. Esto no solo aumenta las posibilidades de embarazos no deseados, sino también de la transmisión y adquisición de ITS.
Proporcionar información precisa sobre prevención, transmisión, síntomas y tratamiento de la ITS es prioritario, pero, además, debe adecuarse a la edad y al contexto sociocultural, orientación sexual e identidad de género.
La necesidad de hacer controles
Al ser la adolescencia una época de cambios, de exploración y de liberación del control de los padres o adultos, estos jóvenes se muestran reticentes a hablar sobre ciertos temas que pueden resultar incómodos tanto para ellos como para los adultos.
Hacer que no se sientan juzgados o estigmatizados es importante para fomentar la confianza, de manera que se creen entornos saludables para mejorar el cuidado de su salud y facilitar el acceso a las pruebas de diagnóstico y al tratamiento de las ITS.
Es importante insistir en la necesidad de realizar controles médicos de manera periódica si se tienen relaciones sexuales, sean completas o no. En ocasiones, las ITS no presentan síntomas o son leves, por lo que si no se llevan a cabo pruebas periódicas no se pueden diagnosticar. Y así se pierde la posibilidad recibir tratamiento adecuado que evite el desarrollo de síntomas o el empeoramiento de las infecciones, además de poner en riesgo de contagio a otras parejas sexuales.