Sería maravilloso poder planificar nuestra vida desde el principio y que todas las cosas nos salieran como lo proyectamos. Podríamos llegar a la consecución de nuestras metas sin tropiezos y en pleno control del entorno y por consiguiente, de ese futuro dorado que todos deseamos, aspiramos y merecemos tener. Sobre la felicidad
Sin embargo, la vida es muy diferente. Podemos decretar metas diversas y trabajar duro por ellas, pero eso no nos garantiza que llegaremos a la meta con el plan original intacto. En ese caminar encontraremos avenidas muy amplias y callejones sin salida; atajos maravillosos que podrían acortar el camino, pero también hacernos llegar sin estar todavía listos. Recordemos que, para disfrutar del dulce sabor de una fruta, no debemos tomarla del árbol a destiempo.
Encontraremos bifurcaciones, unas tan prometedoras como las otras… pero también acantilados sin regreso en los que debemos caminar paso a paso; porque un paso en falso puede ser la diferencia entre seguir en el camino o caer por el barranco. Es en esos momentos en los que vamos haciendo cambios a nuestro plan de navegación para reajustar la ruta y llegar a puerto seguro. Tendemos a pensar que es en ese “Puerto” al que aspiramos llegar, donde se encuentra la meta final porque venimos con un dispositivo emocional que nos dice que todos nuestros caminos deben dirigirse a esa tan cotizada e idealizada felicidad que nos otorga la autorrealización. Y no es falso del todo, pero quizás haya un punto que deberíamos reajustar.
La felicidad no se encuentra en ningún lugar específico… por varias razones. Porque es relativa a nuestras convicciones, deseos y metas. Porque olvidamos que en la ecuación hay variables que no controlamos y en los que el resultado puede verse alterado. Porque es producto de nuestras acciones y no siempre atinamos en la primera; a veces tampoco en la segunda o en la tercera; de hecho, hay veces en las que simplemente no atinamos. Desde esa perspectiva podría inferirse que solo algunos llegarán a ese “Puerto Seguro”; pensamiento un tanto pesimista si tomamos en cuenta que ser felices es un derecho de todos. Sobre la felicidad
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¿No sería mejor hacer ajustes en nuestro dispositivo original? ¿No sería mejor pensar que debemos ser felices en el camino, en lugar de caminar para encontrar la felicidad? ¿No sería mejor internalizar que la felicidad es un estado del alma y no una meta en una olimpiada sin sentido? Porque la vida no es una competencia… la vida es un tesoro.
Quizás sería mejor caminar hacia el futuro en plena conciencia de tus posibilidades y en control de tus pasos, de tu ritmo personal y de ese Puerto Seguro que es tu Paz…
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