Suele suceder que el término “Rendición” esté ligado al concepto de “Cobardía”. Para rendirse, primero hace falta librar una batalla encarnizada, que por lo general, solo libran los valientes.
Nadie emprende una lucha personal por algo que no quiere… O POR ALGO EN LO QUE NO CREE. Desde esa premisa podemos inferir entonces, que solo peleamos por aquello que queremos tener, pensando que el premio final será la obtención de aquello que defendemos y CREEMOS necesitar.
¿Pero qué sucede si en medio de la lucha, nos damos cuenta de que NO hay reciprocidad…? ¿Qué tal si nos descubrimos peleando SOLOS por un objetivo que debería ser bilateral…?
Es entonces cuando la RENDICION deja de ser COBARDIA, para convertirse en un acto supremo de VALENTIA… porque defender nuestra integridad y callar a nuestro corazón… requiere del valor, la audacia, la firmeza y el arrojo que JAMAS, TUVO UN COBARDE.
Si… hagamos gala de nuestra valentía y neguémonos a seguir peleando solos, por algo que deberían luchar, al menos dos.
Vamos a negarnos a seguir lacerando nuestros intentos en una gesta estéril y sin reciprocidad…
Vamos a negarnos a la COBARDIA del dolor autoinfligido y a la miseria de la autocompasión. SI… vamos a llenarnos de valor… hagamos silencio y Rindámonos.
Cuando un guerrero se da cuenta que está perdiendo la batalla, sabe que es momento de redefinir la estrategia de guerra… Claro, hay otro tipo de guerrero, que usando como arma su dignidad e inteligencia, sabe que a veces, emprender la retirada, es SU MEJOR VICTORIA.
Edwin Ocasio.