En días recientes, y en ocasión de la celebración de San Valentín, hemos escuchado muchas veces (quizás demasiadas para mi gusto) la frase “Mi Media Naranja” que, aunque poéticamente puede sonar hermosa… y gastronómicamente sabrosa y sugestiva, pienso que detrás de ella, hay un sentido de codependencia un tanto peligroso.
Cuando decimos que la persona con la que compartimos nuestra vida es nuestra Media Naranja, estamos implicando con esto que nosotros somos la otra mitad. ¿Quiere esto decir que antes de encontrar esa persona, éramos sólo la mitad de algo? ¿Quiere decir esto que cuando una relación termina, lo que queda es sólo la mitad de lo que fuimos?
Unir nuestra vida a otra persona, puede ser un proceso complejo y arriesgado, pues no siempre atinamos en el primer intento; en ocasiones pasan años antes de lograrlo. Años que nos van moldeando y mostrándonos lo que queremos, pero sobre todo lo que NO QUEREMOS… y por supuesto, haciéndonos conscientes de aquellos aspectos de nuestra personalidad que debemos revisar, porque ninguno de nosotros es una “Naranja” totalmente dulce.
Somos seres integrales, COMPLETOS e irrepetibles, por lo tanto, debemos sentirnos plenos con la persona que escogemos… porque “completos” ya estamos.
No me mal entiendan… soy un romántico empedernido y creo en la entrega, la incondicionalidad reciprocada y en la unión de las almas. Pero también creo que la individualidad es importante pues… cómo entregarte entero, si eres sólo una mitad…?
No somos la “Media Naranja” de nadie… somos DOS Naranjas que DECIDIMOS COLGAR DE LA MISMA RAMA…
Edwin Ocasio