En medio de las recientes alertas epidemiológicas emitidas por la Organización Mundial de la Salud, el incremento de casos de fiebre amarilla en países como Colombia, resulta clave contar con voces expertas que orienten a la población, especialmente a los adultos mayores.
El doctor David Peláez, médico colombiano, gerente público y especialista en gerencia en salud, nos comparte valiosos consejos preventivos sobre la vacunación contra la fiebre amarilla en personas mayores de 60 años. Su análisis cobra particular relevancia en el contexto actual, ya que Colombia es uno de los países con circulación activa del virus.
“Para los mayores de 60 años, vacunarse contra la fiebre amarilla se vuelve más complejo. Su sistema inmunológico se debilita con la edad, lo que aumenta la susceptibilidad a las infecciones y a los efectos secundarios”.
- Riesgo de efectos secundarios graves: Los adultos mayores tienen un mayor riesgo de desarrollar efectos secundarios severos a causa de la vacuna contra la fiebre amarilla, como la enfermedad viscerotrópica asociada a la vacuna y la enfermedad neurotrópica asociada a la vacuna, afecciones graves que pueden causar insuficiencia multiorgánica. Aunque son poco frecuentes, pueden ser mortales.
- Condiciones de salud preexistentes: Muchas personas mayores de 60 años presentan enfermedades subyacentes, como cardiopatías, diabetes o trastornos del sistema inmunológico, lo cual puede complicar el proceso de vacunación y aumentar el riesgo de efectos adversos.
- Respuesta inmunitaria más débil: La respuesta inmunitaria a las vacunas tiende a disminuir con la edad, lo que significa que la vacuna podría no ser tan eficaz en adultos mayores. Esta reducción en la respuesta puede disminuir el beneficio global de la inmunización.
Así las cosas, se recomienda que las personas mayores de 60 años eviten la vacuna contra la fiebre amarilla, a menos que viajen a zonas con alto riesgo de transmisión. Si el viaje a dichas zonas es inevitable, es fundamental realizar una evaluación médica exhaustiva. Esta debe considerar los riesgos de la vacunación frente a los de contraer la fiebre amarilla, evaluando factores como el estado de salud general y la probabilidad de exposición al virus.