Columna de Opinión – Keren Riquelme, vicepresidenta del Partido Republicano de Puerto Rico
Miles de puertorriqueños han hecho de la Florida su nuevo hogar. Se han establecido en Orlando, Kissimmee, Tampa y Miami buscando lo que todo ciudadano americano merece: oportunidades, estabilidad y representación. Pero esa mudanza no fue un acto de abandono, fue el resultado de una profunda desigualdad. Se fueron de Puerto Rico, pero nunca dejaron de ser puertorriqueños ni dejaron de amar su tierra.
La comunidad boricua de la Florida ha crecido hasta superar los 1.2 millones. Esa cifra no solo representa una estadística; representa una fuerza electoral determinante, una voz poderosa que ha influido en elecciones estatales y nacionales. Son ciudadanos estadounidenses que han vivido tanto los retos de la Isla como los desafíos de la integración social y económica en un nuevo estado. Y es precisamente esa doble experiencia la que los convierte en una pieza clave para el futuro de Puerto Rico.
Aunque la fuerza boricua de la Florida ha crecido y se ha convertido en un motor económico y político clave, aún enfrenta desafíos profundos. El acceso a vivienda asequible, barreras en el sistema educativo, limitaciones para acceder a servicios de salud, y la falta de representación política local son solo algunos de los obstáculos que viven miles de familias puertorriqueñas al establecerse en un nuevo estado. Además, enfrentan estigmas culturales, barreras idiomáticas y una falta de orientación clara sobre sus derechos y recursos como ciudadanos americanos. Estos retos no son ajenos a los que se viven en la Isla; de hecho, son reflejo del mismo sistema de desigualdad que ha llevado a tantos a volar fuera de su nido caribeño.
Sin embargo, muchas veces pareciera que la Isla y la Florida se miran como mundos separados. Esa división es peligrosa y contraproducente. El acceso desigual a fondos federales, la falta de representación con voto en el Congreso y la negación de derechos plenos a 3.2 millones de ciudadanos americanos en la Isla es un asunto que afecta a todo boricua, esté donde esté.
Es hora de cambiar esa narrativa. La Estadidad no es solo una lucha desde la Isla, es una causa que también debe encabezar la fuerza boricua de la Florida. Mientras en la Isla sufrimos una ciudadanía de segunda clase, en la Florida tenemos las herramientas, la representación y el voto para cambiar esa realidad. Por eso, es imperativo que esa comunidad no olvide su responsabilidad histórica.
Los boricuas en la Florida tienen acceso a congresistas, senadores, medios de comunicación nacionales y, sobre todo, al poder del voto. Ese poder debe usarse para abogar, exigir, educar y movilizar a favor de la igualdad y justicia para los puertorriqueños, no importando donde vivan. Abogar por la igualdad para Puerto Rico y luchar por lograr alcanzar la estrella 51 no se trata solo de un reclamo político; se trata de hacer justicia a generaciones enteras que han servido en el ejército, pagado impuestos y contribuido a la nación sin recibir el trato igual que les corresponde por derecho.
Necesitamos líderes, iglesias, organizaciones y ciudadanos que comprendan que la participación política es una herramienta de justicia y transformación. Hay que registrarse para votar, levantar la voz ante los congresistas, apoyar candidatos que defiendan la igualdad para Puerto Rico, y enseñar a nuestros hijos que ser puertorriqueño no es sinónimo de silencio ni de conformidad. Cuando la comunidad boricua en la Florida se une y se activa, no solo defiende sus derechos locales, sino que se convierte en el puente más poderoso de defensa de los que vivimos en la isla.
Lograr la igualdad para los puertorriqueños no es un regalo, es una conquista que requiere unidad. No importa si estamos en Kissimmee o en Caguas, en Tampa o en Ponce. Si caminamos juntos como un solo pueblo, con una sola voz, podemos cambiar la historia.
- Keren Riquelme
- Exsenadora por acumulación en Puerto Rico
- Vicepresidenta del Partido Republicano de Puerto Rico
- Educadora y comentarista política